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El mundo de los enfermos “terminales”… (y la disección de una canción que los enaltece*).
El mundo de los enfermos “terminales”… (y la disección de una canción que los enaltece*).
Bien visto y analizado, todos somos enfermos “terminales“. Eventualmente, de una forma u otra, moriremos. Eso es seguro. La certeza de la muerte es, quizá, una de las pocas certezas de la vida. Habremos de morir, con seguridad. Y eso de “enfermos” viene a cuento por el hecho de que aunque el funcionamiento de nuestros órganos se vaya acomodando de manera
natural con el paso de los años, lo cierto es que desde que nacemos hasta el inicio de nuestra edad adulta va alcanzando su nivel óptimo y, de ahí en delante, sólo podemos considerar que se deteriora paulatinamente hasta la vejez y la muerte.
La gran diferencia entre nuestra “enfermedad terminal” y las de aquéllos que han sido diagnosticados con alguna que acabará con su vida, inevitablemente, en un plazo más o menos corto (y que han sido informados de ello) -como el cáncer pancreático, el Síndrome de Lesch-Nyhan, la fiebre hemorrágica del Ébola, muchos casos de SIDA, enfermedades del corazón o de los pulmones en estado avanzado, muchas formas de cáncer en sus etapas finales, padecimientos motoneuronales, etc.-, es que la conciencia de la muerte próxima, usualmente dentro de un plazo no mayor a seis meses, se vuelve continua, apremiante y agobiante. En muchos casos, obsesiva.
El diagnóstico de una enfermedad terminal y la información de éste al paciente, genera, ciertamente, reacciones diferentes en cada uno de los enfermos, de acuerdo a su forma
particular de ser, a sus características emocionales y a sus propios antecedentes de vida, pero es posible generalizar y reconocer las etapas por las que el enfermo va pasando hasta llegar a aquélla llamada de “aceptación”. La psiquiatra suiza-estadounidense Elisabeth Kübler-Ross, en su libro On death and dying (1969), describió el proceso por medio del cual los enfermos terminales manejan psicológicamente su enfrentamiento con la enfermedad, y estableció cinco etapas por las cuales el individuo va pasando, desde el momento en que toma conocimiento de su situación, hasta el momento de su muerte.
Las fases o etapas que la psiquiatra Kübler-Ross identificó son: Negación, Ira, Negociación, Depresión y Aceptación.
A lo largo de mi vida he estado en contacto con varios enfermos terminales, pero la lucha de ninguno de ellos me impactó más que la de mi madre, quien pasó meses enfrentada a la certeza de su inminente muerte y comprometida con una lucha sin igual para tratar de vencerla. Nunca, a lo largo de mi existencia, había yo tomado conciencia real de lo que significa el aferrarse a la vida y pelear con uñas y dientes para mantenerse con ella, mientras se ve claramente, ante uno, el inevitable fin. Esa lucha, esas vivencias últimas de los enfermos terminales, me inspiraron la composición de la canción YO NO ME MORIRÉ, a la que defino como un grito de lucha, en primera persona, para tratar de imponerse, no solamente psicológicamente, sino también en el plano físico, a la muerte. De las cinco etapas mencionadas por Kübler-Ross, quise tratar en mi canción solamente las tres primeras: ello quiere decir que es una canción en la que no hay lugar ni para la Depresión, ni para la Aceptación de la incapacidad final para luchar contra esa aplastante realidad de la muerte próxima. En mi canción, el enfermo terminal internado en un hospital habla, convencida y convincentemente, casi obsesivamente -y paradójicamente, de manera muy simple-, de que NO MORIRÁ.
Es de todos sabida la importancia fundamental de la actitud y la presencia de ánimo para vencer algunas de las enfermedades que han sido diagnosticadas como “terminales“. Frecuentemente sabemos de casos de personas que adoptaron tratamientos alternativos dentro de los cuales una dieta distinta, la contemplación y la meditación, y la reevaluación de los valores y las formas de vida, consiguieron sacar al paciente del momento crítico y devolverlo a una vida normal y saludable. Es por eso que creo que el valor y la determinación para vencer a la enfermedad no sólo deben ser respetados, sino también apoyados y difundidos. El infierno de una enfermedad terminal no sólo alcanza al paciente, afecta directamente a todos sus allegados y genera muchas veces estados depresivos colectivos. Cantarle a la vida, a la lucha por conservarla, y a la victoria sobre la muerte amenazante, debería ser un compromiso y un ejercicio diario, permanente, de todos nosotros.
Vale.
(*)Notas.- Watch this video on Youtube, and find the English translation of the lyrics by clicking on the “Subtítulos” icon/Regardez cette vidéo sur YouTube, et trouvez la traduction en anglais de la lettre en cliquant sur l’icône “Subtítulos“/Sehen Sie dieses Video auf Youtube, und finden Sie die Übersetzung der Texte durch Klicken auf den “Subtítulos” Symbol.
YO NO ME MORIRÉ*
(Letra* y Música Sergio Andrade)
Yo no me moriré, se morirán las luces
de todas las ciudades de mi planeta azul
Yo no me moriré, se morirán las piernas,
los labios, las muchachas, los ojos con su luz
Yo no me moriré, se morirán las horas,
los días de la Historia y hasta la eternidad,
los campos y las playas, los pozos de petróleo,
las joyas de los zares, las tumbas de los shás,
se morirán los héroes, las páginas, las letras,
los libros de la ciencia, los himnos del honor,
la voz de los profetas, los ruidos de las olas,
los gritos de protesta, los ritos del dolor…
Yo no me moriré, se morirá la luna,
desaparecerán las estrellas del cielo,
el sabor de la aceituna, la espuma de la mar,
las aves que se van rumbo al sur en invierno,
hasta el león se ha de morir, el rabo de la “o”,
los besos que te di, la ilusión del amor,
van a desaparecer los autos en las calles
y aun los rascacielos y hasta la humanidad
y hasta este hospital en que dicen que muero
desaparecerá junto con mis recuerdos…,
mi moto y mi perro…,
pero yo no me muero, yo no me muero,
yo no me moriré…
La sombra de los gatos, el callejón del beso,
la noche en Guanajuato, la vieja Panamá,
las fotos y videos, los cines y los teatros,
los vidrios y azulejos de la Universidad,
el carnaval de Río, las calles en los muelles
y aquello en que confío también se morirá, pero…
Yo no me moriré, se morirá la luna,
desaparecerán las estrellas del cielo,
el sabor de la aceituna, la espuma de la mar,
las aves que se van rumbo al sur en invierno,
hasta el león se ha de morir, el rabo de la “o”,
los besos que te di, la ilusión del amor,
van a desaparecer los autos en las calles
y aun los rascacielos y hasta la humanidad
y hasta este hospital en que dicen que muero
desaparecerá junto con mis recuerdos…,
mi moto y mi perro…,
pero yo no me muero, yo no me muero,
yo no me moriré… yo no me moriré…
(CORO… y hasta este hospital).
ANÁLISIS DE LA CANCIÓN.- El manejo conceptual del tema de la enfermedad terminal en la canción YO NO ME MORIRÉ, se entiende desde dos perspectivas: 1) La afirmación vehemente de que habremos de vencer a la muerte a pesar de nuestra precaria situación y de nuestra enfermedad diagnosticada como “terminal“; y 2) La convicción de que venceremos a la muerte de cualquier forma, aun muriendo, pues nuestra muerte no será mas que el paso de un nivel existencial (la vida de esta forma, como la entendemos, en esta tierra) a otro, diferente, pero funcional y real, en el que existiremos y permaneceremos, a pesar de que ya no en contacto con los elementos de ésta nuestra realidad actual.
La canción, de esta manera, funciona doblemente, como lucha contra la muerte, y contra la idea que de ella tenemos. Toda la primera parte de la letra hace referencia a elementos de nuestra existencia que tradicionalmente han sido considerados como de larga vida, conceptos de gran longevidad y hasta en cierto modo permanentes:
Yo no me moriré, se morirán las luces
de todas las ciudades de mi planeta azul
(…)
Yo no me moriré, se morirán las horas,
los días de la Historia y hasta la eternidad,
los campos y las playas, los pozos de petróleo,
las joyas de los zares, las tumbas de los shás,
se morirán los héroes, las páginas, las letras,
los libros de la ciencia, los himnos del honor,
la voz de los profetas, los ruidos de las olas,
los gritos de protesta, los ritos del dolor…
El hecho de reconocer que cosas y presencias tan fuertes y permanentes lleguen a su fin, pero que el enfermo terminal (yo) habrá de sobrevivir, le da una fuerza mayor a la frase “…pero yo no me moriré“.
El Coro de la canción plantea la segunda perspectiva: Todas aquellas cosas que me son caras, valiosas, y que disfruto y he disfrutado -aquéllas que forman parte de mi vida personal, individual-, morirán y desaparecerán, pero yo subsistiré -ya sea porque en mi lucha contra la muerte me haga yo a la idea de que viviré largos años todavía, o porque, aunque la muerte acabe venciéndome, simplemente pasaré -como dice el refrán- a una mejor vida. Dentro de esos elementos personales, destaco el uso implícito de los cinco sentidos (gusto, oído, vista, olfato y tacto), y variadas emociones, así como también elementos culturales, como aquéllos -caligráficos- relativos a la escritura y a las modificaciones que va sufriendo con el paso del tiempo (“…el rabo de la “o”…)
Yo no me moriré, se morirá la luna,
desaparecerán las estrellas del cielo,
el sabor de la aceituna, la espuma de la mar,
las aves que se van rumbo al sur en invierno,
hasta el león se ha de morir, el rabo de la “o”,
los besos que te di, la ilusión del amor,
(…)
desaparecerá junto con mis recuerdos…,
mi moto y mi perro…
pero yo no me muero…
Sobreviviré, y eso lo repito de manera obsesiva al final del Coro, casi como un mantra, convocando la fuerza para lograrlo:
…yo no me muero, yo no me muero,
yo no me moriré… yo no me moriré…
Musicalmente, decidí escribir una canción larga que pasara por -y describiera- diferentes estados de ánimo, aquéllos por los cuales el enfermo pasa a lo largo de su enfermedad. Estos pasos por diferentes estados de ánimo están representados también por las distintas modulaciones que utilicé en la canción. La mayoría de las partes de la canción están en modo menor, para representar la parte sombría de cualquier lucha -en este caso, contra la muerte-, aquellos momentos en que vemos la sombra del enemigo avanzando, o sobre nosotros mismos.
Dos partes de la canción, muy definidas, están escritas en modo mayor (el Coro y el Final), en ambos casos para representar la fuerza, la luminosidad y la alegria de la lucha y -en el Final- de la victoria última.
Inicio la canción con una melodía ondulante en modo menor que refleja lo confuso de los sentimientos encontrados que se dan al momento de tomar conciencia de la enfermedad; esta melodía ondulante en Do menor -tanto en sus escalas natural, como en las melódica y armónica-, nos lleva a una sección (previa al inicio de la letra) en Mi Bemol Mayor, para pasar luego a Do menor, al momento del inicio del canto. La sección musical durante los versos del inicio puede considerarse, en realidad, modal, pues constantemente paso del acorde de Do menor al de Mi Bemol Mayor; este paso entre los dos acordes está pensado para que el acorde de Do menor coincida con la idea de la muerte, pero el de Mi Bemol Mayor coincida con ideas y conceptos asociados con energía y permanencia, con vida (luces, piernas, horas, pozos de petróleo, letras, olas…).
La modulación para entrar al Coro fue pensada expresamente para pasar de manera abrupta del acorde de Si Bemol Mayor a la tonalidad de Do Mayor, en la cual se desarrolla toda la primera parte del mismo. El paso llevado a cabo de ese modo acentúa la elevación del ánimo. Hacia el final del Coro, conforme la voz se eleva a notas superiores y a una mayor intensidad emotiva, regresamos al modo menor (ahora en La), para llegar al punto más alto, cuando digo “…y hasta este hospital en que dicen que muero desaparecerá…”; ahí, los acordes de FaM7 y de Fa#m7/5- generan la tensión necesaria para soportar el contenido conceptual de la letra y luego volver al acorde de Do Mayor en segunda inversión y, por medio de rápidas notas descendentes en la melodía del piano, llegar al acorde de Si Bemol menor7 y, cromáticamente, al de La menor, para entrar de nuevo a esa vecindad armónica (La menor-Do Mayor), al final del Coro.
Después de eso, comienza una sección instrumental de carácter épico, pero a la vez nostálgico (en La menor), en la cual el piano y la guitarra española, junto con las percusiones andinas, el charango y las zampoñas, ofrecen una idea del carácter emotivo de la lucha planteada durante toda la primera parte de la canción. El Solo de guitarra española, que sigue a esta parte, está escrito de manera esencialmente cromática, sobre el fondo diatónico del acompañamiento.
Sigue una segunda parte instrumental, íntima (a la manera de los momentos de calma que los enfermos terminales viven en ocasiones), en que el piano queda solo, tocando fiorituras en un fragmento modal, el cual va creciendo, agregando el pandero, hasta desembocar en una sección rítmica, percusiva, de octavas en la mano derecha del piano, que se combinan con el bombo legüero, ejecutado principalmente en el aro, para mezclar su timbre -madera- con el de las teclas agudas del piano. De ahí, la canción vuelve a los acordes del Coro en Do Mayor, pero sin la letra, únicamente con los instrumentos acompañando a una melodía -ondulante primero y luego ascendente- en la quena, hasta llegar a un Do sobre agudo, para resolver con los mismos acordes de tensión (FaM7 y Fa#m7/5-), al Coro, de nuevo, pero esta vez, con letra.
En esta última ocasión, para dejar claro el concepto de la letra y la idea de la lucha contra la muerte, y el espacio en que específicamente se desarrolla la misma, el Coro no llega hasta el final, sino únicamente hasta las palabras “…hasta este hospital“; a partir de ahí vuelve el tema instrumental épico en La menor, repetido, climático, para acabar la canción en un acorde (único en toda la pieza) de La Mayor.
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VIDEO DE LA CANCIÓN “YO NO ME MORIRÉ” (L. y M. Sergio Andrade)
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Las causas del desánimo ( y El Primer Mandamiento de la Felicidad)
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Cuántas veces, cuánta gente, desearía parar con todo, hacer a un lado sus compromisos y pendientes, tirar el arpa (como dicen)? O aventar la toalla, cual hacen los managers y asistentes de boxeadores cuando la golpiza se volvió tupida, incontenible, implacable. En el caso del individuo común, el desánimo por seguir adelante proviene, muchas veces, más que de complicaciones y problemas a los que resulte difícil seguir haciendo frente, de una falta de verdaderas motivaciones para continuar en la lucha. Y ello es producto de dos cosas: el grueso de la gente no hace aquello que le gusta, simplemente se limita a repetir diariamente los actos del día anterior, como autómata programado desde niño, en una reiteración de supuestos intereses que no son los suyos, sino los de sus padres, su pareja, sus hijos, etc.; y lo peor: le ha sido enseñado, en nuestra moderna sociedad occidental, que lo que vale realmente la pena en la vida es ser el mejor, el primero, el más rico, el más guapo… o sea, ganar la competencia a como dé lugar, en lugar de disfrutar el proceso, el camino, el medio.
Eso coloca al hombre promedio de nuestra sociedad (y a la mujer también -paren con sus reclamos, feministas-, a la mujer también –es sólo una forma de llevar adelante el discurso-) en un terrible via crucis en que ni camina la senda que él quisiera, ni disfruta los pequeños goces que ese caminar le pone al alcance, por estar pensando sólo en llegar antes que los demás a la meta, o ser aquél que llegue más rico y con más propiedades al punto de referencia. Resumen: vas no a donde quieres, sino a donde te dijeron que debías ir, y te imbuyen la idea de que tienes que ir rápido y llegar antes que todos, obteniendo las mejores calificaciones y ganando el mayor dinero posible, tratando -además- de no perder la buena forma, la compostura ni la línea, en el proceso.
Las presiones, como se ve, son muchas. Cuánto tienes…cuánto vales. Eres alta? Bonita? Esbelta? Qué auto manejas? Dónde vives? Es casa propia… o alquilas? Ese conjunto que traes… es de marca… de Purificación García… Carolina Herrera, quizás? Y así por el estilo. Pero, en última instancia, no son las presiones las que acaban con el ánimo -que ya la lucha por sobrevivir es algo natural en las especies-, sino el caminar senderos que no nos pertenecen, pelear guerras que nos han sido impuestas, vivir una vida que no es nuestra. Eso es lo que da al traste con el ánimo. Trabajar diariamente de sol a sol, para cumplir las expectativas de otros, para realizar los sueños del de a lado, para satisfacer los deseos de amigos, padres, amantes, hijos, para obtener medallas que ni siquiera fueron aquéllas que deseamos colgar en nuestro pecho un día. Ahí está el detalle, como decía Cantinflas.
De modo que, si lo que quieres es recobrar el entusiasmo perdido, la energía que se te fue como se van los años, nada como replantearte, primero, qué es lo que haces y por qué lo haces? A dónde vas y por intención de quién? Qué es lo que quieres conseguir y por qué razón? Quién te dijo que lo consiguieras? Quién te puso en ese camino que caminas con desgano? Y quién te obliga a continuar tu diario, desalentado, comprometido caminar? Parte de ahí. Y si acaso fuera que no es algo decidido, planificado por ti, que no eres tú el verdadero promotor de la idea de pelear esa batalla en la que estás involucrado, haz un alto. No importa qué. Simplemente, detente. Analiza, evalúa, y toma la única decisión lógica y razonable en esta vida: Cambia aquello que no te vaya.
La vida es una y se va volando. Nada como vivirla con entusiasmo y alegría, cosas que provienen de hacer lo que uno quiere, aquello con lo que el corazón vibra y la
esperanza reverdece cada día, cada momento de la lucha. El desánimo aplastante viene de una “vocación” mal escogida, de un camino andado por compromiso, de una incapacidad de decir: Basta! Joder! Vayan a chingar a otro. Que otro les haga su tarea, y otro les cumpla sus deseos. Yo estoy en este mundo para hacer MI vida, para construir aquello en lo que creo: MI sueño, que es muy MÍO.
Egoísta, dirán. Quizá. Pero no hay que olvidar que el egoísmo es la base auténtica de la supervivencia, y que nadie que no esté satisfecho con su lucha, podrá luchar bien por nadie más. Hace más bien al mundo un egoísta auténtico, que un “altruista” hipócrita, tibio, desanimado y desleal hasta consigo mismo.
Sé tú. Lucha por lo que a ti te llene. Haz tu sueño realidad y comienza por definirlo hoy mismo y por romper, hoy, ya, las ataduras que te matan. Los sueños están ahí, no sólo para ser soñados y morir entre esos sueños, sino para ser realizados con convicción y amor por uno mismo.
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…estos cuates…